martes, 19 de mayo de 2009

Observatorio Pierre Auger. Segunda parte

Desde la sala de control del Observatorio Pierre Auger, en Malargüe, en la que tantas interminables noches hemos pasado días atrás, se controla un observatorio que abarca una superficie de un total de 3000 kilómetros cuadrados. Esto es porque las partículas que nos interesan caen únicamente 1 por cada kilómetro cuadrado, ¡y por siglo! Con un cálculo rápido vemos que si hacemos un detector de 3000 km2, caerán 3000 en el siglo, y por tanto 30 cada año. Ya ven, todo este tinglado para nada más que 30 datos al año. Un poco caros.

Pero para que ese dato no se escape se han montado una trampas en las que las partículas dejarán su rastro al pasar, ya que es imposible almacenarlas, únicamente puede verse su rastro.


Este tanque está lleno de un agua pura, con una camarita muy sensible dentro, que detecta una tenue luz (llamada luz Cherenkov) que se producirá cuando las partículas lo atraviesen (la luz se produce cuando las partículas atraviesan el agua más rápido que la luz en ese agua). Hay 1600 de estos tanques repartidos por toda la superficie del detector.

Otro rastro que dejan en la atmósfera es una débil luz que es invisible a nuestros ojos pero visible a estos 24 telescopios de fluorescencia, montados de 6 en 6 en 4 grandes edificios:

Los grandes espejos concentran la luz para poder verla, de la misma forma que lo hacen las parabólicas del Canal Satélite Digital que pueblan las ciudades.

Por supuesto, para todo esto hay que tener un conocimiento preciso de la atmósfera, y para eso han instalado cuatro estaciones LIDAR de monitoreo de la atmósfera como estas detrás de cada edificio:

Y toda esta carísima maquinaria, sus datos y las respuestas a muchos misterios del universo en mis manos. Un poco sí, un poco asusta.