lunes, 7 de mayo de 2012

Ilusionada

No debe de pasar de los 25. Tiene el pelo rubio con ese corte tan francés que le deja la melena rozándole los hombros. Desde que he llegado no ha parado de sonreír. A voz en grito lee el discurso que está dando François Hollande según aparece transcrito en los subtítulos de la pantalla. A él en directo no se le ve y tampoco se le oye. Debe de haber varias decenas de miles de personas esta noche en la Plaza de la Bastilla. Pero de todas ellas yo me sigo fijando en esta chica, que mantiene el pulso y la mirada, retransmitiéndonos el discurso del ganador de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de hoy.

No es lo que esta chica dice, que no son sus palabras, sino la ilusión que lanza en cada frase, la esperanza de cambio de una Francia que estaba siendo arrastrada hacia el odio al extranjero, a lo diferente. Es una ilusión por un cambio en una forma de entender tu país. Va más allá de la crisis. Francia ha sido siempre ese país donde se ensayan las promesas que trataremos de hacer verdad el resto de sociedades.

En España no queda ni un ápice de ilusión en ningún partido político. Sabemos que todos roban, que se forran a nuestra costa y que luego hacen lo que les da la gana. Aquí puede que sea parecido, pero por unos instantes, mientras esta desconocida daba su particular discurso y sobre todo después, mientras todas esas voces en grito cantaban La Marsellesa, yo, un inmigrante más, he recuperado la esperanza en la política.

Miguel Blanco Otano
París, 6 de mayo de 2012.