domingo, 10 de febrero de 2013

La política científica

En mi trabajo, por propia definición, cada cosa que decimos, debe venir argumentada y demostrada. Yo no puedo llegar a un congreso científico y decir que el nuevo observatorio de rayos cósmicos lo vamos a hacer en mi pueblo "porque sí, confiad en mí". Hay que argumentar qué hace a ese pueblo más apropiado: condiciones climáticas, accesos y comunicaciones, orografía … Llevado al extremo: ¿imaginan un médico abriendo a un paciente de ombligo a cuello diciendo: "me da que el problema está por aquí"?

Bueno, pues ahora miren cómo se toman las decisiones políticas en este país. Hasta día de hoy no he escuchado casi nunca (casi) a un político explicar por qué las medidas que toman son esas y no otras. La respuesta más común es: tenemos apoyo popular. Ser profesional en tu trabajo requiere tener la capacidad de análisis necesaria para que las decisiones que tomas sean las mejores. Y que lo que apoya tu decisión sea una razón y no un número de votos. De hecho, un método científico aplicado a la política llevaría a consensos mucho mayores de los que tenemos hoy en día, tan necesarios en políticas a largo plazo como educación o sanidad.

El problema radica en que no hay un debate sobre las decisiones políticas: no tenemos ni el espacio necesario (el parlamento se ha convertido en un parlo y miento) ni la formación adecuada (los políticos no son políticos si no actores maquillados representando a las verdaderas esferas de poder) y así, claro, es imposible. ¿Por qué facilitar los despidos mejorará las cifras del paro? ¿es verdaderamente una gestión privada más eficiente que una pública? ¿cuál el porcentaje óptimo necesario de inversión en educación e investigación? ¿y por qué? Mientras nadie responda a estas y otras muchas preguntas seguiremos dando palos de ciego en nuestras decisiones políticas.

Por otro lado, estas cuestiones son las mismas en Madrid y en Pekín: ¿por qué no aprender de la experiencia de otros? En ciencia se hace. Uno lee 30 artículos antes de empezar ningún análisis. ¿Se imaginan que la teoría de la relatividad de Einstein no hubiera sido considerada porque no tuvo los votos necesarios?

La teoría del ensayo y error no está mal del todo, pero a mí me gusta más la teoría del ensayo y acierto.

Miguel Blanco Otano
Malargüe, Argentina, febrero de 2013