lunes, 22 de septiembre de 2014

Política y competición

En el mundo del fútbol siempre he separado a dos tipos de aficionados: los amantes del deporte y los amantes de la competición . Los primeros son aquellos que disfrutan del espectáculo, de los buenos goles, de los remates, de una buena táctica o de un cambio que revolucione el partido. Amantes del fútbol como deporte, como juego. Los segundos son aquellos a los que si cambias el fútbol por la brisca seguirían siendo aficionados, porque no les gusta el deporte, sino que su equipo gane. Prefieren ver un partido aburrido donde su equipo gana a un bonito espectáculo si significa perder. Justifican a aquellos defensas que hacen muchas faltas o a los delanteros que se dejan caer en el área para provocar un penalti.

En la política hay una división parecida: aquellos que disfrutan con la política y aquellos que disfrutan con las elecciones. Los primeros discuten qué medidas podrían tomarse para mejorar al país, qué sectores incentivar, qué leyes aprobar o derogar, qué se puede hacer para frenar el cambio climático, mejorar la calidad de vida en las ciudad o dar trabajo, techo y alimento a quienes lo necesitan. Los segundos se pasan la vida hablando de qué partido es mejor que cual, qué candidato habla mejor que cual, cuando hay que poner las elecciones para sacar mayor ventaja o qué discurso enganchará más a la gente. Se enfundan la camiseta de su partido político y justifican cualquier piscinazo si ello les lleva a ganar el partido.

Desafortunadamente, los periódicos y programas de televisión deportivos están pensados para los amantes de la competición y no para los amantes del deporte. Más desafortunadamente aún, los amantes de la política no tenemos tampoco ningún espacio para opinar y debatir. Todo gira en torno al segundo grupo. A partir de ahora, cuando escuches una conversación, sigas un debate en la tele, o leas, veas o escuches las noticias, trata de identificar a qué tipo de aficionado van a gustar, si al aficionado a la política, o al aficionado a la competición.

Miguel Blanco Otano
París, septiembre de 2014