lunes, 14 de marzo de 2016

¿Por qué me separo de la gordita?

La gordita es mi furgoneta camperizada VW T4, con cama y más kilómetros que Forrest Gump. Desde que tenía uso de razón quería una para viajar y en cuando junté 3 sueldos seguidos en mi primer trabajo me compré la más barata que encontré de segunda mano: la gordita.

Me encanta la libertad que me da para viajar y dormir en cualquier sitio. He dormido en lugares que la mayoría de la gente no catará jamás, empeñada en buscar habitaciones de hotel donde no se pueden ver las estrellas. He visitado parajes hermosos, he disfrutado de ella como... ¡basta! Como siga hablando así me arrepiento y no la vendo.

La voy a vender porque no quiero tener cosas. Cada cosa que tengo es un peso, un lastre. Estoy tratando de no tener apenas ropa, ni cacharros, de deshacerme de todo y quedarme con mis pocos libros, discos y algunos instrumentos de música. Que sí, que tengo ordenador y esas cosas, pero he decidido no mantener nada que no use con cierta regularidad.

Por otro lado, estoy convencido de que los coches son uno de los males de la actualidad. Deshumanizan nuestras ciudades, ocupan espacio público, contaminan, nos aislan a los unos de los otros y, además, ¡son carísimos! He hecho un cálculo y, sin contar la gasolina, he gastado una media de 1000€ al año en mi furgoneta este tiempo que la he tenido. Con ese dinero imagina lo que se puede hacer para viajar. Pero sobre todo, tener una posesión como esa que requiere pagar impuestos, hacer revisiones, tener un seguro, mantenimiento, y más cosas. Todo eso me genera un estrés al que yo no estoy acostumbrado. Cada vez más quiero vivir tranquilo y sin preocupaciones a mi alrededor.

En cualquier caso: Gordita, te echaré de menos.

Miguel Blanco Otano.
Burdeos, 14 de marzo de 2016.