miércoles, 29 de junio de 2016

No me critiques

Vivo en Burdeos y el otro día me robaron el carro de la compra. Lo dejé junto a las cajas del supermercado y al salir no estaba. Lo había hecho así docenas de veces, pero en esta ocasión desapareció. La única diferencia con las veces anteriores era que ese día el supermercado estaba lleno de españoles debido al partido de la selección contra Croacia en la ciudad. No está bien criticar ni tener esos prejuicios, y menos contra tus compatriotas. Una semana más tarde el equipo pierde ante Italia y se nota una apatía tremenda en los jugadores, pero la gente luce orgullosa su amor al equipo, tratando de evitar criticar a los suyos. El PP gana tras cientos de casos de corrupción y sus fieles se enorgullecen aun sabiendo que les han robado y les seguirán robando. El PSOE toca fondo (por ahora) y se enorgullecen de no haber sido superados por Podemos. Podemos pierde un millón de votos y echa la culpa al Ministerio del Interior.

No somos capaces de aceptar las críticas. Y lo entiendo, es muy difícil. Es muy difícil aceptar las críticas sin ser dañado en el orgullo, en lo más íntimo, sin perder autoestima. Y máxime cuando vivimos en un entorno de total competencia (tanto personal, como profesional, como política) donde cualquier cesión al contrario, cualquier reflexión para aceptar errores y tratar de crecer es vista como una debilidad, siendo entonces devorado por las hienas enemigas.

En general, llevo (llevamos) años reclamando cambiar el entorno de la competencia por la cooperación. Un entorno donde sea posible la reflexión, la crítica (y donde ésta pueda ser aceptada), la conversación, el crecimiento, la aceptación de errores. Un lugar donde no haya que estar en constante lucha por ganar el uso de la palabra y de la razón. Nuestra sociedad necesita empezar a mirarse a sí misma y empezar a crecer. Sólo así podremos salir del hoyo social, político y espiritual en el que nos encontramos.

Miguel Blanco Otano
Burdeos, 29 de junio de 2016.