domingo, 15 de mayo de 2016

Capítulo 2.9

Tras varias negativas, Isidro se había dejado convencer por su padre para celebrar con él el día de su santo. De pequeño solían ir a la pradera de San Isidro y, aunque ni a él ni a su padre les gustaran demasiado, comían entresijos y gallinejas hasta hartarse. Durante años, Isidro estuvo negándose, pero cuando adquirió cierta conciencia entendió que era una cuestión de mantener la unidad familiar y la tradición, más que saciar el hambre o degustar un majar. La única realmente aficionada a esa tradición culinaria era su madre, pero rara vez probaba más que un pequeño bocado. La costumbre familiar comenzaba con un café con porras para su padre, un café con churros para su madre y un chocolate con porras para él, mientras su padre relataba por enésima vez las venturas y desventuras de cuando celebraba San Isidro labrador con sus cuatro hermanos y el abuelo Francisco, labrador toda su vida, en una pradera todavía más grande que la del distrito de Carabanchel. Su madre y él conocían de sobra todos los pormenores de las correrías de aquellos cinco pequeños granujas, y jugaban a terminar las frases de semejantes andanzas. Su padre entraba al trapo e inventaba finales alternativos a sus historias, de forma que ya no era posible saber cuál de las múltiples versiones era la real, si es que alguna lo era.

Hacía ya muchos años que no iban a la pradera a comer gallinejas y entresijos, y esa tradición había sido sustituida por una comida familiar, como la de un domingo cualquiera. Ni los churros, ni el chocolate, ni las historias del padre de familia habían sobrevivido al paso del tiempo. Lo más que llegaban a comentar de aquellos años era la vez en que Isidro se empeñó en pescar uno de esos patos de plástico de colorines que flotaban en una bañera. Cuando por fin lo consiguió, se agarró un berrinche tremendo porque la señora del puesto le quitó el pato y se lo cambió por un peluche. Hasta que no le devolvió el pato de plástico amarillo y se lo pudo llevar a casa, Isidro no se quedó tranquilo.

[...]

miércoles, 30 de marzo de 2016

El futuro tranvía de Badajoz

Tenemos que pensar en el futuro.

Hay muchas ciudades con características similares a las de Badajoz y muchas de ellas son dinámicas, modernas y donde las cosas funcionan muy bien. Un aspecto bastante común en las ciudades de tamaño medio es haber apostado por el tranvía. Yo propongo aquí estas 5 líneas de tranvía que podrían vertebrar los desplazamientos de miles de pacenses cada día haciendo de Badajoz una ciudad más limpia, segura, libre de humos y de coches.

¿Qué opinas?


Tranvía de Badajoz


Miguel Blanco Otano.
Madrid, 30 de marzo de 2016.

lunes, 14 de marzo de 2016

¿Por qué me separo de la gordita?

La gordita es mi furgoneta camperizada VW T4, con cama y más kilómetros que Forrest Gump. Desde que tenía uso de razón quería una para viajar y en cuando junté 3 sueldos seguidos en mi primer trabajo me compré la más barata que encontré de segunda mano: la gordita.

Me encanta la libertad que me da para viajar y dormir en cualquier sitio. He dormido en lugares que la mayoría de la gente no catará jamás, empeñada en buscar habitaciones de hotel donde no se pueden ver las estrellas. He visitado parajes hermosos, he disfrutado de ella como... ¡basta! Como siga hablando así me arrepiento y no la vendo.

La voy a vender porque no quiero tener cosas. Cada cosa que tengo es un peso, un lastre. Estoy tratando de no tener apenas ropa, ni cacharros, de deshacerme de todo y quedarme con mis pocos libros, discos y algunos instrumentos de música. Que sí, que tengo ordenador y esas cosas, pero he decidido no mantener nada que no use con cierta regularidad.

Por otro lado, estoy convencido de que los coches son uno de los males de la actualidad. Deshumanizan nuestras ciudades, ocupan espacio público, contaminan, nos aislan a los unos de los otros y, además, ¡son carísimos! He hecho un cálculo y, sin contar la gasolina, he gastado una media de 1000€ al año en mi furgoneta este tiempo que la he tenido. Con ese dinero imagina lo que se puede hacer para viajar. Pero sobre todo, tener una posesión como esa que requiere pagar impuestos, hacer revisiones, tener un seguro, mantenimiento, y más cosas. Todo eso me genera un estrés al que yo no estoy acostumbrado. Cada vez más quiero vivir tranquilo y sin preocupaciones a mi alrededor.

En cualquier caso: Gordita, te echaré de menos.

Miguel Blanco Otano.
Burdeos, 14 de marzo de 2016.

domingo, 24 de enero de 2016

La jauría

Ha pasado ya con varias cosas: los tuits de Zapata, la contaminación en Madrid, la limpieza y sus contratos, el edificio plaza de España, las reinas magas, el bebé de Bescansa, ...

Sucede siempre lo mismo: una jauría de perros rabiosos ataca sin sentido, y a medida que la sangre vuelve del estómago al cerebro, la gente se calma, lo piensa despacio, y cambia de opinión. En la mayoría de los casos, en las primeras horas, casi todo el mundo critica el hecho, y a los días, casi todo el mundo lo defiende.

Nos dejamos llevar por la primera impresión, motivados no sé exactamente por qué. Nuestra cabeza nos aconseja bien, nuestro estómago no.

Miguel Blanco Otano.
Burdeos, enero de 2016.

viernes, 22 de enero de 2016

La tortura de la defensa constante

¿Cómo puede uno subir la ladera si ha de estar esquivando continuamente las piedras que caen? Nietzsche (en la foto, un recorte de su “Ecce homo”) habla de la necesidad de buscar un entorno donde no tengamos que estar continuamente defendiéndonos si queremos realmente crecer y aspirar a algo (o así lo interpreto yo).


Estamos muchas veces enfrascados en debates sobre homeopatía, chemtrails, desmontando mentiras de medios de comunicación, falsas acusaciones y demás ataques a los que tenemos que dedicar mucha parte de nuestro tiempo y los mejores recursos: gente muy válida está dedicando mucho tiempo a achicar agua del barco en lugar de remar o manejar las velas.

¿Cuál es la solución? No lo sé, como científico que soy, se me dan mejor las preguntas que las respuestas.

Miguel Blanco Otano.
Burdeos, enero de 2016.