No sé dónde leí una historia de un funcionario alemán que cuando le llegaba un paquete a la oficina, para firmar el acuse de recibo sacaba un bolígrafo distinto de la camisa, y usaba ese otro para firmar. No quería el tipo gastar ni un gramo de tinta del estado para beneficio personal.
Yo no sé si es exagerada la postura o no. Pero hoy por hoy todo el mundo usa los bolígrafos de la empresa para firmar recibos personales, para escribir notas personales, y para regalarlos incluso. La gente acostumbra a llevarse folios, a usar las impresoras para billetes de avión de vacaciones. Y también, no nos engañemos, se exageran las comisiones de servicio, dietas, y se evaden impuestos siempre que seamos capaces. La gente pone el cazo y que llueva lo que tenga que llover. Yo me pregunto si los límites a los que llegamos están marcados por nuestra propia conciencia o por la fiscalidad de lo que nos rodea, llámese ley, jefes, o apego a una carrera política.
¿Quién es suficientemente honrado para saber poner un límite claro entre lo que se puede y no se puede hacer? ¿Cómo señalar culpable a Camps, Roldán o tantos otros si nosotros mismos nos hemos beneficiado hasta donde hemos podido?
Creo que la corrupción en este país no está tan mal vista como se dice, y no lo está porque todos somos un poco corruptos, hasta dónde nos dejan. Mientras no seamos capaces de ver el cuadro grande y concienciarnos de que vivimos en una sociedad compartida, seguiremos un poco perdidos. Y quizás por eso Berlusconi, Aguirre y Camps seguirán ganando elecciones, ellos son como todos, sólo que fueron capaces de llegar más lejos.