domingo, 11 de abril de 2010

Una casa

No bastan las herramientas, ni los materiales. Para hacer una casa no basta con tener el terreno, comprar los materiales y saber hacerlo. Hay que querer vivir en ella.

En los últimos días se han cruzado en mi camino (o yo en el de ellos, vaya) varias historias de personas que piedra a piedra, mano sobre mano, cañería a cañería estaban construyendo su propia casa. Y en todos los casos podías imaginarte la casa ya terminada, con ellos sentados apaciblemente en el balcón mirando la gente pasar. Podías imaginarlo porque emanaban ilusión absoluta de cada palabra, de cada descripción de cada cuarto, de los materiales que irán en cada pared y de para qué servirá cada cosa.

No sólo no bastan las herramientas, sino que son incluso innecesarias, cuando lo que tienes es la ilusión de armar toda una vida en tu hogar. Y es de valorar el cariño y la pasión que la gente siente por lo que acaban denominando: "Mi hogar".

A raíz de esto me vienen a la mente historias desgarradoras, como las de los miles palestinos que son, literalmente, echados de sus hogares, bajo la atenta mirada y la absoluta indiferencia de todos nosotros. Me vienen a la mente historias de tantos emigrantes que sabiendo que su hogar no va a poder estar donde nacieron, son rechazados una y otra vez en otros tantos lugares del planeta. Me vienen a la memoria las historias de tantos y tantos hogares derruidos, vidas truncadas, proyectos en papel mojado.