Así fue como pasó una batalla más ganada, entre recuerdos de playas perdidas y morrales olvidados. E incluso hubo quien ni supo qué día se libraba la batalla de tan encarnizada que había estado siendo en los últimos meses.
Tiempo, hundido y derrotado de nuevo, no sabía qué hacer, consciente de que día a día la pequeña María iba marcando su propio camino entre el ejército de minutos, segundos y horas lanzado contra ella.
Había ganado una nueva batalla. O eso al menos era lo que ciertos príncipes habían querido soñar.
Felicidades.