Recuerdo de chico cuando iba con mis padres (de mayor también me pasa, pero los primeros recuerdos de todo en la vida es lo que mejor conservas) y parábamos con el coche en miradores y sitios así con viento. Solíamos parar y me ponía de frente al viento y me daba todo en la cara, bien frío, bien fuerte. Salían despedidas todas las "legañas" entumecidas del coche, se estiraban los músculos y recordabas, después de tantas horas de coche que tus rodillas podían de nuevo estirarse, y los brazos, y podías correr y saltar fuera de aquellas cuatro latas.