Estos días estoy confirmando una lección que llevo ya unos años aprendiendo: se trata de saber cual es tu sitio en la vida.
Estoy desde la semana pasada de nuevo en el CERN, en el, para mí y para muchos, el centro de investigación científica más importante de mundo, al menos en lo que a física se refiere. Aquí no es raro sentarse en la mesa de al lado de un Nobel, o pasearte por la puerta del despacho del que inventó la web. Hasta el más tonto hace un reloj.
Rodeado de la "crème de la crème" de la intelectualidad científica, uno podría venirse abajo al descubrir que ni está ni estará a la altura de los más grandes, ni siquiera aspiro a ser lo que mi jefe es, que con treinta y pocos años ya había pisado los mejores aceleradores del mundo y era el fichaje estrella de la Universidad Autónoma de Madrid. Pero eso, precisamente, es lo que más me gusta. Estoy aprendiendo a, sabiendo cual es mi sitio, esforzarme al máximo y remar con todas mis fuerzas para que este barco siga avanzando, aun a sabiendas de que no soy imprescindible, pero queriendo y disfrutando cada vez más cada palada que doy.
¿Cabeza de ratón o cola de león?
Miguel Blanco Otano.
Ginebra, agosto de 2011.
Miguel Blanco Otano.
Ginebra, agosto de 2011.