No he olvidado esa sonrisa tras más de una década desde que viera la película por primera vez, ni mucho menos, pero estos días vuelvo a revivirla. Esa sonrisa, cuando salgo de mi casa cerca del barrio de Montmartre, me monto en la bici y, a través de los magníficos carriles-bici que la ciudad nos tiene preparados me lanzo hacia mi trabajo en el centro de la ciudad, envuelto en una maraña de ciclistas junto a los que, cada mañana, inundamos “la cité des lumières”.
Sentir el aire en tu cara, poder contemplar tu hermosa ciudad, hacer un ejercicio suave, llegar antes al trabajo, sonreír … Eso es lo que significa para mí tener una ciudad que apuesta por la bicicleta como medio de transporte. Un ayuntamiento que se preocupa por tener un servicio de alquiler de bicicletas como el Velib de París. Unas calles con un espacio dedicado casi exclusivo para bicicletas o transporte público. Un ayuntamiento que apuesta, en definitiva, por tener una ciudad del siglo XXI.
No se trata de otra cosa que de calidad de vida. A un precio irrisorio, ¿a qué estamos esperando?
Miguel Blanco Otano.
París, febrero de 2012.
Miguel Blanco Otano.
París, febrero de 2012.