"Pero el viajero que huye, tarde o temprano detiene su andar."
Dice el tango que no es bueno partir mirando atrás. Y no lo hago. Me voy a la busca de nuevas aventuras. De nuevos escenarios. De nuevos amigos, abrigos, corazones y razones. Al encuentro de una ciudad fascinante como es París en la que quiero hacerlo y tenerlo todo aquello que las películas, libros y canciones crearon en mi soñadora mente. Me voy, como siempre, creyéndome ese explorador que el siglo XXI nos impide ser. Me voy ilusionado como la primera vez que dejé Badajoz para irme, a galope tendido, a la maravillosa Compostela.
Pero no es posible dejar atrás una ciudad como Madrid sin soltar una lágrima. No es posible dejar aquí a tantos y tan buenos amigos que han perfilado y moldeado mi corazón al ritmo y compás de latidos amables. De abrazos sinceros y de lecciones de vida. Y no va a ser posible vivir en ningún sitio sin echaros, día tras día, de menos.
No huyo, sino muy al contrario. Me voy con la alegría de haber sido muy feliz entre vosotros.
Miguel Blanco Otano.
Madrid, diciembre de 2011.