se adueña de mi voz de mi garganta.
Toda dignidad que no se espanta
queda relegada a la inocencia.
Una inútil reflexión desesperada,
un amargo resolver con la guitarra.
Resarcirme con tus besos de sus garras.
Emprender para morir y después nada.
Ignífugo optimismo en cada plaza
que a cada corazón que sueña abraza
con su mundo imposible demostrado.
Ejército imparable de sonrisas,
muy despacio ganando va sin prisas,
un mañana que llega ilusionado.
París, abril de 2012.