En mitad del tedio y la linealidad del dejarse llevar por los acontecimientos, uno no ve más allá que la siguiente rama a la que agarrarse, abrumado por la inmensidad, frondosidad y oscuridad del bosque en que se encuentra perdido.
Ahí en mitad de la nada, dónde uno no puede parar de saltar de rama en rama, correr de senda en vereda sin parar si quiera a echar un trago, se ve pasar a la gente como pájaros canturreando problemas lejanos, de los que huir como de la peste. Ahí en esa vorágine de estar solo, y en la calma tempestuosa que te azota el ánimo, paralizándolo todo, uno puede reponer fuerzas, encontrarse consigo mismo y desde el fondo de la espiral coger fuerza e impulso para los nuevos retos, para quizás algún día salir de la selva a pleno sol, dejando entrar luz a través de los ojos y la piel.
Pero en medio de la selva, a veces, brilla el sol.
Miguel Blanco Otano
Madrid, julio de 2010