lunes, 10 de junio de 2013

Quererse

Hace ya tiempo aprendí que no sería el salvador del mundo. No sería ni Silvio Rodríguez ni Luis Eduardo Aute. Ni Ernesto Guevara ni Isaac Newton. Soy una persona normal. Pero, afortunadamente, también he aprendido a ser feliz y disfrutar de mi situación. Y aun siendo consciente de mi normalidad, estoy convencido al mismo tiempo de mis infinitas posibilidades. Sé que soy capaz de mil retos y más. Sé que pocas cosas hay que se me resistan. Tengo, por decirlo en términos muy de moda, un alto concepto de mí mismo.

Y eso está bien. Gracias a mi familia, a mi entorno, amigos, o lugares en los que he crecido, tengo un buen concepto de mí mismo, he aprendido a quererme, apreciarme y valorarme. Y no creo que esto esté reñido, ni mucho menos, con un valor muy importante en mí: la humildad. No está reñido, porque en la misma manera que me valoro a mí mismo, valoro a la gente que me rodea, tratando de apreciar en ellos sus aspectos más positivos, que me ayudan a disfrutar de ellos y, mediante esta valoración, ellos de mí. Resulta que el cariño y el aprecio no son escalas relativas, que necesiten de odiar a alguien para amar a otro. Son absolutos, y además, se retroalimentan. No me quiero a mí mismo porque sea más que nadie, sino porque he aprendido a hacerlo.

Animo, desde mi humilde rincón, a mirar los lados positivos de nosotros mismos y de la gente que nos rodea para aprenden a valorar, apreciar y amar a todos nuestros allegados y, sobre todo, a nosotros mismos. Todos tenemos aspectos negativos o puntos débiles, pero para eso ya está la maldita realidad día a día recordándonoslo. Nosotros a lo nuestro, que es quererse.

Miguel Blanco Otano
Badajoz, junio de 2013