Y eso está bien. Gracias a mi familia, a mi entorno, amigos, o lugares en los que he crecido, tengo un buen concepto de mí mismo, he aprendido a quererme, apreciarme y valorarme. Y no creo que esto esté reñido, ni mucho menos, con un valor muy importante en mí: la humildad. No está reñido, porque en la misma manera que me valoro a mí mismo, valoro a la gente que me rodea, tratando de apreciar en ellos sus aspectos más positivos, que me ayudan a disfrutar de ellos y, mediante esta valoración, ellos de mí. Resulta que el cariño y el aprecio no son escalas relativas, que necesiten de odiar a alguien para amar a otro. Son absolutos, y además, se retroalimentan. No me quiero a mí mismo porque sea más que nadie, sino porque he aprendido a hacerlo.
Animo, desde mi humilde rincón, a mirar los lados positivos de nosotros mismos y de la gente que nos rodea para aprenden a valorar, apreciar y amar a todos nuestros allegados y, sobre todo, a nosotros mismos. Todos tenemos aspectos negativos o puntos débiles, pero para eso ya está la maldita realidad día a día recordándonoslo. Nosotros a lo nuestro, que es quererse.
Miguel Blanco Otano
Badajoz, junio de 2013