Imagínense que todos nuestros bocadillos fueran de jamón york. Rico, en efecto. Pero aquellos que hemos probado el jamón serrano, y sobre todo el ibérico, sabemos que hay algo más allá. Es cierto que hay quien se frustaría si, conociendo que existen ibéricos de primera calidad, tuviera que conformarse con el jamón york.
Es cierto también que, en cierta medida, la ignorancia puede dar la felicidad. Sin embargo, es un modo fácil de la felicidad. Es una felicidad descafeinada, un jamón york. Aquellos que hemos probado el jamón bueno sabemos que hay más allá. La pregunta clave en todo esto es: ¿es la felicidad del que no conoce el jamón ibérico igual de satisfactoria que la de aquel que disfruta (o ha disfrutado alguna vez) de su exquisito sabor? Mi respuesta es no. La felicidad no es algo relativo (algún día formularé de manera completa mi teoría filosófica no-relativista) si no una cualidad personal que nada tiene que ver con aquello que te falta, sino (quizás) con aquello que tienes o eres.
Si eres infeliz porque te faltan cosas, lo serás siempre, seas consciente o no de que te faltan esas cosas. La felicidad (quizás) no te la da tampoco aquello que sí tienes, aunque te falten cosas, es algo más complicado, es una filosofía de vida, una religión, quizás, para mí, una cuestión de fe.
Si eres feliz eres feliz, y punto.
Miguel Blanco Otano
Badajoz, junio de 2013