lunes, 9 de junio de 2025

Un faro

(Publicado en el Diario Hoy el 2025/04/25)

¿Cuántas historias caben en una sola foto? Recientemente he podido visitar la exposición tremendamente acertada propuesta en el MEIAC por el 30 aniversario de la inauguración del museo: Variaciones sobre El Panóptico. De cárcel a museo (1995-2025). Como todos sabemos, el museo está ubicado en la antigua cárcel de estilo panóptico que fue escenario de multitud de episodios de represión sobre ciudadanos, muchos de ellos solo por amar de forma diferente. Se pueden ver fotos de la prisión meses antes de su derribo, así como de las celdas, y algunos extras muy interesantes que mencionaré después.

Una de las fotos precisamente está tomada en una de las celdas. Colgando de una pared, un recorte de una revista muestra un reportaje sobre las reconstrucciones de vagina que, siempre según Marie Claire, se estaban popularizando en París en la época como medida para restituir el honor. ¿Qué hay detrás de un cartel colgado en la pared de una celda? Podría ser el simple deseo de visualizar un sexo femenino en la pared de la solitaria celda, pero quizás también podría haber un deseo de arrepentimiento, de visualizar una salida para una posible víctima, o tal vez una deseada reconstrucción, transformación y transición de la propia identidad. Nunca lo sabremos.

En cualquier caso esa hipotética reconstrucción me lleva a pensar en la propia transformación del museo —¿estaría esta imagen también en la mente del fotógrafo Vicente Novillo?— y cómo se le ha dado la vuelta algo tan tenebroso como es una cárcel de estilo panóptico. Esta propuesta teórica de Bentham de finales del siglo XVIII, es la que marcó el rumbo a la cárcel moderna: un dispositivo de vigilancia. Pero, tal y como explica Foucault en su obra ”Vigilar y castigar”, el objetivo no es solamente vigilar, sino que el vigilado sepa que está permanentemente vigilado y sea él mismo quien sea autocensure en sus actividades. El panoptismo que propone Foucault trasciende los muros de la prisión. Un observador central, guarecido en su torre, que vigila a todos los presos a la vez. Una prisión en pleno centro de la ciudad, con su imponente torre, que recuerda a todos los ciudadanos cómo han de comportarse conforme al decoro de las normas de la moral católica dominante.

Volvamos al museo. Entre los extras que la exposición nos ofrece y que mencionaba anteriormente están una serie de creaciones del famoso autor local Luis Costillo. Una, sobre todo, capturó mi atención por su potencia para generar imágenes en el espectador. Como buen artista, Costillo le da otra vuelta de tuerca al concepto y plantea que la transformación que vive el espacio —de cárcel a museo— lo transiciona de panóptico a faro, donde la estructura que Bentham diseñó para la represión se aplica en sentido contrario, trascendiendo de nuevo, igual que proponía Foucault, los muros de la prisión. Ya no son los vigilados y castigados los que exponen sus cuerpos y sus vidas a los represores: son los artistas los que ofrecen su arte a través de sus miradas radiales como luz que ilumina y guía a toda la ciudad de Badajoz.

En el momento en que esas creaciones fueron concebidas —hace más de 30 años— los problemas eran otros y las intenciones seguramente fueran otras, pero toda buena obra siempre tiene una visión atemporal. ¿No nos recuerda esa vigilancia multidireccional a la vigilancia a la que voluntariamente nos sometemos en las redes sociales? ¿Son estas un altavoz para nuestras opiniones o son un foco puesto sobre nuestra intimidad? ¿Son un faro con el que podemos iluminar a quien quiera acercarse a nosotros o son un vigilante perpetuo al que, con el simple deslizar de un dedo, invitamos a sentarse a nuestra mesa y tumbarse en nuestra cama? El buen arte, en mi opinión, no nos ofrece respuestas: solo preguntas. Enhorabuena de nuevo al equipo del museo.

Miguel Blanco Otano
Badajoz, abril de 2025

Una catedral de novela

Lo primero que me enseñaron cuando comencé mi andadura narrativa fue que una buena novela es como un iceberg: debe mostrar cosas interesantes, pero sobre todo debe sugerir muchas más. Desde hace siglos, incluso los novelistas más creativos y originales han entendido que ninguna palabra escrita puede superar a la imaginación del lector. Es por eso que la clave siempre será sugerir y esconder, mostrar y ocultar. El monstruo narrativo que se arma en la cabeza del lector es inmenso, personalizado, inigualable a irrepetible.

La visita a la catedral de Badajoz que realizamos hace unos días parece haber sido diseñada con esa máxima narrativa como elemento principal. No es una visita al uso puesto que desde el principio se ofrece al visitante, a través del recién reestrenado museo catedralicio, el maravilloso claustro, las bonitas capillas y las enigmáticas criptas, una suerte de retablos escondidos, apariciones de cuadros detrás de muros, aljibes secretos por conocer, criptas tapadas por descubrir. Yo, en mi imaginación, comencé desde el primer momento a recrear en mi cabeza escenas propias de Indiana Jones entrando en la cripta desconocida, encontrando tesoros únicos y pasadizos secretos que conectaran el aljibe inexplorado con otros monumentos y lugares emblemáticos de la ciudad, como en alguna ocasión el imaginario popular pacense ha llegado a sugerir.

Ante nuestras insistentes preguntas de por qué había criptas sin abrir, falsos fondos por explorar y retablos por datar, la amable y conocedora guía nos contestaba, una y otra vez, que era debido a la falta de fondos. Yo, con mi mente de escritor, me repetía una y otra vez «no puede ser verdad, pero qué buen truco narrativo para enganchar al visitante».

Uno tiende a pensar que la catedral tiene que saber qué hay escondido tras esas criptas y esos muros, porque semejante valor arquitectónico e histórico, en pleno siglo XXI, no puede seguir oculto bajo ninguna lógica. Puede ser así, o quizás sea simplemente que en Badajoz no tenemos ningún aprecio o respeto por nuestro patrimonio y nuestra historia.

Miguel Blanco Otano
Badajoz, febrero de 2020

domingo, 6 de noviembre de 2022

Espacio público

(Publicado en el Diario Hoy el 2020/07/01)

Con las recientes restricciones impuestas por la COVID-19, sobre todo en lo relativo a la distancia física, que no social, y el favorecimiento de los espacios abiertos frente a los cerrados, surge la necesidad de repensar en el espacio público.

Numerosos bares necesitan poner más mesas y más distanciadas en las terrazas para atender a su clientela, para que podamos disfrutar, sobre todo, de los magníficos desayunos que se sirven por estas tierras. Cualquiera que haya salido de Extremadura sabe lo que se echan de menos las migas o esos molletes bien preparados y cortados. Es por eso que hay que mirar de qué manera podemos ser más eficientes para que la tostada de cachuela esté libre de posibles contagios de los churros de la mesa de al lado, y viceversa.

Paso a menudo por la calle Juan Carlos I de Badajoz —pero esta calle representa solo un ejemplo— y veo que siempre, siempre, hay coches parados en doble fila a ambos lados. Afortunadamente, estos no detienen la circulación. Podríamos decir, porque así sucede, que la calle Juan Carlos I es, en realidad, una calle con un único carril en cada sentido. Es la prueba de que el segundo carril no es en absoluto necesario para la circulación y, por lo tanto, podemos prescindir de él. Como digo, esto pasa en muchas más calles de todas las ciudades de Extremadura.

La ciudadanía tendrá que elegir entre más espacio para nuestros desayunos o más espacio para que algunos conductores paren en doble fila saltándose la ley. Yo, desde luego, lo tengo claro.

Miguel Blanco Otano
Badajoz, julio de 2020

Autocrítica

En la famosa novela Nadie lo supo de Jason Martínez, un padre es retratado cuando su hijo empieza a poner frente a él todo lo que no le ha gustado de la educación que ha recibido. En lugar de, con humildad y ganas de mejorar, escuchar lo que su hijo tiene que decir, el padre se enfada y le dice que su educación ha sido perfecta y que no hay nada que mejorar, y que cualquier cosa que se aleje de ese discurso es un insulto. La brecha generacional de la que habla toda la novela se resume en esta sola discusión.

Ni la novela anterior existe, ni el autor. Lo que sí existe son voces que han tratado se ser críticas con el sistema, sea con canciones, rótulos de RTVE o declaraciones públicas sobre lo imperfecta que es nuestra democracia. Siempre que escucho críticas veo oportunidades de mejora. Sin embargo, nuestra sociedad, anclada todavía en la posición testosteronil del padre de la famosa y ficticia novela Nadie lo supo, no es capaz de admitir críticas, defiendiéndose con cárcel, despidos e insultos.

Una democracia adulta es capaz de escuchar las críticas que puedan derivarse de su comportamiento y escucharlas con atención, como oportunidad única de mejora. No concibo otra manera de ser cada día mejores.

Miguel Blanco Otano
Madrid, febrero de 2021

Los futbolistas se duelen

(Publicado como carta al director en El País el 29 de junio de 2022)

Es una expresión que se ha popularizado entre los comentaristas de los partidos de la Eurocopa y que reconozco que nunca había escuchado. Sí que me son familiares otras como “le duele”, o “se queja”, aunque imagino que decir que un futbolista se queja no es propio de un mundo donde la testosterona es la moneda oficial. Pero sí, básicamente es lo que más hacen los futbolistas hoy día: quejarse.

Miguel Blanco Otano
Madrid, junio de 2021