lunes, 19 de abril de 2021

El fútbol: mi deporte favorito

Ni fumo ni tengo vicios mayores que algún vermú de vez en cuando cocinando o un buen vino con el jamón. Pero cuando se trata de jugar al fútbol, vendo a mi mejor amigo por saltar al césped.

Sin embargo, me da muchísima vergüenza todo lo que rodea al fútbol profesional. No sé ni por dónde empezar, pero todo lo malo que tiene nuestra sociedad se refleja en el fútbol profesional.

Sueldos indecentes alimentados por tiempo excesivo en televisión y radio. Aficiones ultras que (salvo excepciones) son ejemplo de incivismo y violencia callejera, incluyendo asesinatos. Empresas de apuestas metidas hasta los huesos. Presidentes mafiosos que usan los clubes para lavar dinero. Maletines para amañar partidos.

Y en el campo: jugadores con horas diarias de entrenamiento físico que caen al suelo cuando otro jugador le roza un hombro y que buscan engañar al árbitro a la primera ocasión. Que pierden tiempo tirando la pelona por ahí cuando no les corresponde y protestan al árbitro sin educación cuando no tienen ni idea de qué ha pasado en la jugada.

Mira que me gusta ese deporte, pero admito que si lo prohibieran harían un tremendo favor a toda la sociedad.

Miguel Blanco Otano
Madrid, abril de 2021

miércoles, 27 de diciembre de 2017

Tienes una cita

La moda esa de quedar sin quedar es lo que voy a pedir que cambie para el año que viene.

La gente ya no se compromete ni a tomar un café. Se hacen planes pero hay impunidad absoluta para deshacerlos a última hora o posponerlos el tiempo que haga falta, sólo por el hecho de tener un teléfono móvil con el que comunicarlo. Las propuestas de citas no se contestan y se dejan las proposiciones en el aire durante días, o simplemente los planes no se concretan: «ya lo vamos viendo».

Y lo peor es que creo que sucede porque la gente quiere mostrar a la sociedad que tiene varios planes, una agenda ocupada, muchas cosas interesantes para hacer. Todo con el absurdo objetivo de proyectar una imagen de persona de éxito.

¿Quieres quedar conmigo para tomar un café? Hagámoslo, pero marca la cita en rojo en tu agenda. Así me estarás demostrando algo realmente importante y positivo de ti: que respetas a los demás.

Miguel Blanco
Badajoz, 27 de diciembre de 2017

miércoles, 20 de diciembre de 2017

El vagón encendido

Sucedió anoche, en el último vagón de metro de la línea roja, dirección Cuatro Caminos. Yo venía cansado después haber discutido con mi madre por un asunto que no viene a cuento mencionar. Llevaba los auriculares puestos, pero sin música ni sonido alguno, simplemente para evitar ser molestado. Es por eso que pude contemplar la escena con total tranquilidad.

Una chica delgada, con el pelo muy corto y negro, salvo por una fina trenza que le bailaba a la espalda, entró ágilmente justo antes de cerrarse las puertas en la parada de Sol. Seleccionó con la mirada a su víctima, un chaval joven con cara de aburrido y sandalias marrones, interpelándole directamente.

—¿Qué opina usted de la monogamia en nuestra sociedad? —le dijo sin más presentaciones.

Yo pensaba que el chico iba a tildarla de loca o sencillamente ignorarla.

—Pues que depende mucho del acuerdo previo entre los miembros de cada relación—dijo en su lugar.

Me pareció una respuesta bastante forzada, casi preparada. Pero todo sucedió muy rápido, y en seguida me olvidé de este aspecto que más tarde se revelaría crucial.

—¿Y usted? —dijo la chica mirando a una señora—, ¿está de acuerdo con esa afirmación?

—Déjeme en paz —dijo esta con mal tono.

—¡Dos de cada tres personas son infieles en sus relaciones! —añadió un muchacho en la otra punta del vagón, casi a voces.

La señora contestó a éste último defendiendo su honor y su integridad matrimonial y ahí fue cuando todo se fue al traste. Otro señor alzó la voz y otra chica después, sin que estuvieran claros sus argumentos. Cuando todo estaba perdido y nadie se escuchaba, un tipo argentino se ofreció a hacer de moderador, y a todo el mundo le pareció una buena idea. El debate estaba servido.

Nadie, salvo yo, se dio cuenta de que la chica de la trenza, el primer interpelado de sandalias marrones y el muchacho que dio el dato a voces desde la otra punta del vagón salían de éste en la parada de Quevedo. Se abrazaban en el andén, en actitud inequívoca de celebración.

Miguel Blanco
Madrid, noviembre de 2017

viernes, 24 de noviembre de 2017

En la azotea

Cuando parecía que estaba muerta, la aguja por fin se coloca en su sitio. Atravieso sigiloso el pasillo. Cruzo la puerta de la calle. Encajo la llave y giro suavemente para evitar cualquier ruido. El ascensor llega puntual, como cada noche. Se abre y allí está ella. Le sonrío y me tiende la mano. El corazón se me dispara. Afuera los vecinos bajan las persianas. Bajan el volumen de la tele. Bajan la basura. Adentro nosotros elevamos sueños. Pulso el botón del último piso. Apenas se cierra la puerta, el mundo exterior se derrumba.

Miguel Blanco
Madrid, marzo de 2015

Orden del día

—Bueno, siguiente punto del orden del día. ¿Evaristo?
—«Nuevas categorías» —leyó obediente Evaristo.
—Se comentó en la pasada reunión que la gente empieza a considerar los sueños como posibles. Esto sería intolerable para nuestra empresa. Ahora está en la misma categoría que metas y deseos: en la categoría de «utopicus». Se ha propuesto cambiar el status de sueños. Pasaría a «prohibitus».
—Sí, sí, ¡buena idea! —contestaron todos los señores con corbata.
—Entonces. Elevamos sueños a la categoría de "prohibitus". ¿Votos en contra? —silencio—. ¿Abstenciones? —más silencio.

Miguel Blanco
Madrid, marzo de 2015